"Lo ideal sería tener el corazón en el cráneo y el cerebro en el pecho. Así, pensaríamos con amor y amaríamos con inteligencia."
-Anónimo

domingo, 14 de septiembre de 2014

Puede que ésto no cambie nada... Pero lo siento. Perdóname.

Me duele.Me duele todo.
Me arden los ojos y mis lagrimales están hinchados de llorar. Cuando parpadeo siento como si unas agujas me pincharan. Me duele el pecho. El corazón me late tan fuerte y tan rápido que parece que intenta atravesarme las costillas. Mis labios están agrietados y llenos de heridas de tanto morderlos. Me cuesta respirar. Cada vez que inspiro siento que se me van rompiendo las costillas poco a poco y que mis pulmones se rajan con cada fragmento. Hace calor, pero tengo frío. Ahora mismo me está costando escribir porque me duelen las manos y apenas tengo fuerzas para pulsar las teclas. Tengo ojeras, las cuales están irritadas de tanto limpiarme las lágrimas. Me siento tan débil que al andar a veces me mareo y tengo que sujetarme a algo para no caer. A veces al andar siento que las extremidades de mis piernas se van a separar. ¿Tengo columna vertebral? Porque ya me duele tanto que a veces ni la siento. 

Hace unos días nada de eso me dolía, no sentía nada de eso. Aunque tuviera la misma depresión, al menos no sentía tanto dolor. Pero eso es lo que pasa cuando se siente que se va a perder a alguien por culpa propia, o también cuando ya se ha perdido, duele. El dolor mental se hace físico. Se siente que se tiene el corazón roto y el cerebro decide que ya que se siente eso, que se sienta de verdad. Que duela.

Puede que lo que yo sienta y escriba no cambie nada. Pero lo siento. Siento ser tan estúpida. Siento mucho no pensar las cosas antes de decirlas. O de pensarlas demasiado y exagerar. Siento mucho no poder controlarme y hablar cuando debería callarme, ya que hablo justo cuando puedo soltar cualquier gilipollez. Siento mucho haber dejado que mi depresión te afectara. Lo siento por no ver las cosas con la claridad que debería. Lo siento por tener miedo a perderte. Siento mucho que justo por miedo a perderte, lo más seguro es que pase eso, que te pierda. Puede que ya sea demasiado tarde y hayas decidido que es mejor que no tengamos nada. Pero sólo quiero que sepas que te quiero, que siempre lo haré, y que lo siento.

La otra noche no dormí. Nada. Pasaba demasiado en mi cabeza como para dormir. No podía. Me pasé la noche escuchando canciones deprimentes de las mías. Pensando en todos mis fallos contigo y en cómo las podría haber evitado o en cómo remediarlos. Pienso que puede que gracias a mis estupideces, a lo poco atractivo que es estar siempre triste, a mis arrebatos, ya no me quieres, o que me quieres menos.
Anoche sí dormí, y tuve una pesadilla de la que sí me acordé. Por fin me acordé. En cuanto me he despertado me he puesto a escribir ésto.
Soñé que estábamos juntos en mi cama, abrazados como siempre solíamos estar. Que nos mirábamos el uno al otro. Que nos acariciábamos y nos besábamos. Pero de repente te empezabas a desvanecer. Empezabas a volverte transparente. Poco a poco dejaba de sentirte. Me estaba asustando. Ya no sentía el calor de tu piel. No sentía tu respirar. No podía mirarte a los ojos ni escuchaba tu voz. No podía pasar mi mano por tu pelo. No podía apoyar mi cabeza en ti ni esconder mi cara en tu cuello. Pero podía olerte. Me empezaba a volver loca por esa fragancia. De pronto mi cuarto se volvió oscuro y empecé a notar una brisa helada. En la oscuridad alguien me hablaba. Eras tú, pero no podía entenderte. Notaba que enloquecía. Que me desesperaba. Todo me empezó a dar vueltas. Me arrodillé en el suelo, cubriéndome la cabeza, llorando y suplicando a gritos que parase todo. Pero no paraba. Seguía y seguía dando vueltas como una peonza. Y todo paró. Aparecí en un camino, y al final del camino podía verte y me decías que fuera contigo, que me estabas esperando. Pero por mucho que andara, por mucho que corriera, nunca te alcanzaba. De la desesperación grité y me arañé la cara, me arañé tan fuerte que me hice sangre y se me arrancaron las uñas. Inesperadamente, te noté otra vez. Me estabas abrazando y me susurrabas que no pasaba nada, que estabas conmigo. Abrí los ojos porque no me creía que estuvieras ahí, pero ahí estabas, tan encantador y protector como siempre. Y me di cuenta que estábamos en mi cuarto otra vez. "¿Qué ha pasado?", te pregunté. Y me respondiste con un "Has tenido una pesadilla, no pasa nada. Estoy aquí para protegerte", y me besaste la frente. Al besarme la frente se me escapó una lágrima de alivio. Pero luego cuando me desperté de verdad, no estabas ahí. No estabas para abrazarme, no estabas para susurrarme que estabas para protegerme. No estabas para besarme la frente. Simplemente no estabas.


Ya por fin, después de tanto dolor, después de tantos fallos, me he dado cuenta de mis problemas, y si me dieras otra oportunidad, haría lo que fuera por compensarlo todo, haría lo que fuera por demostrarte que soy mejor que eso, te demostraría de verdad lo mucho que te quiero, sin dolor o celos como un extra. Porque te quiero, y si esa pesadilla se hiciera realidad, mi locura también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pointy Hand