"Lo ideal sería tener el corazón en el cráneo y el cerebro en el pecho. Así, pensaríamos con amor y amaríamos con inteligencia."
-Anónimo

domingo, 27 de abril de 2014

Mentí al negar el amor

El amor sí existe. Está tan presente que con sólo oír la palabra, duele. Dije lo que dije por tener el corazón roto. Por tener dudas.
Lo amo. Pensé que estaba confusa y que confundía amistad con amor. Estaba dolorida y hecha pedazos.

Nos dejamos de hablar hace tiempo porque decía que le hacía falta tiempo para él. Se lo dí. Le dije que yo no le hablaría si no lo hacía él primero. Cumplí dicha promesa, no lo hice. Pero la verdad es que sostuve el móvil entre mis manos con la tentación de llamarle o esperando a que me hablara él. Y lo hizo varias veces, pocas, pero lo hizo. Tardaba tanto entre vez y vez, que yo avanzaba e intentaba superarle porque perdía las esperanzas de volver a hablar con él. Tardé mucho en superarlo. Mucho. Demasiado. Casi dos meses estuve encerrada a oscuras en mi habitación, ahogándome en sollozos, temblando de frío y desesperación, aguantando las ganas de terminar con mi vida, sin tener contacto con nadie, sólo con la música. En esos dos meses lo superaba poco a poco, pero cada vez que se ponía en contacto conmigo me volvía a sentir tan mal como desde el principio. Era un círculo vicioso. Me hundía, lloraba, poco a poco lo superaba, me hablaba y vuelta a empezar. Lo echaba de menos. Echaba de menos esas risas que nos echábamos, su forma de mirarme, su forma de hacerme sentir especial, única. Lo echaba tanto de menos que no lo quería ver.

Por fin un día lo superé antes de que me volviera a hablar. Pero -siempre hay un pero-, un día no se limitó a hablarme, me pidió que quedáramos porque quería verme. Eso hicimos, quedamos y hasta ahí iba bien, seguía superado. Pero poco a poco mientras las conversaciones avanzaban, notaba esas miradas con las que sus ojos solían mirarme antes. Esa mirada hipnotizante que lo dice todo y a la vez no dice nada. Esa mirada que no se sabe si está enamorado o perdido. O si eres tú quien se pierde en ellos. Esa mirada fue la causa de mi perdición. Todos mi sentimientos volvieron a flote. Quería besarle, abrazarlo y no soltarlo jamás. Pero no podía, ya lo intentamos una vez y no salió bien. Fuimos a su casa y seguimos hablando y hablando. Y de alguna forma surgió el tema de "relación sin compromiso". Fui débil y acepté. A partir de ese momento éramos amigos con derecho. Encerré mis sentimientos en una caja y los oculté muy hondo en mi corazón para que él no supiera nada de ellos. La idea de "sólo sexo" me mataba, pero me quedé estrictamente en esa línea con tal de estar con él. Tonta, lo sé. Pero no pude evitarlo.

Fueron pasando los días, quedábamos para hablar, para ver nuestra serie favorita y lo que surgiera. Una noche dormimos juntos. Joder, qué noche. Y no lo digo por el sexo, si no por lo que vino después. Aunque fuera algo que unos amigos con derecho no hacen, dormimos abrazados. A veces le abrazaba yo a él escondiendo mi cara en su cuello, o, él a mí rodeándome con sus cálidos brazos y entrecruzando sus dedos con los míos. Hacía tanto que no me sentía tan bien como en ese momento... Me sentía bien, protegida, única, suya. Pero a la vez me mataba, porque no éramos nada. Más días fueron pasando y más gestos cariñosos tenía conmigo. Me besaba de forma más dulce, me besaba la frente y la nariz, si nos tumbábamos a ver la serie, me abrazaba y me cogía de la mano, me llamaba por la mañana para despertarme, y un día se le escapó una palabra que me mató; "cielo". ¡Me llamó cielo sin querer! Eran muchas cosas que me indicaban varias posibilidades de que él sintiera algo por mi otra vez, o todavía, si no dejó nunca de sentir algo por mí.

Ya por fin esta noche hemos sido sinceros el uno con el otro y nos hemos contado mutuamente lo que sentimos. Obviamente con la conversación quedó claro que el tema de "amigos con derecho" llegó a su fin, ya que eso requiere nada de sentimientos, y nosotros sentimos demasiadas cosas. Mañana Domingo hemos quedado para seguir sincerándonos en persona.

A ver qué pasa...

domingo, 20 de abril de 2014

Yo creo que el amor no existe.

No creo en el amor. El amor no existe. Todo el que haya estudiado algo de biología lo sabe. El amor es un truco para que nos dejemos llevar. El amor es creado por nuestro cerebro, por nuestro sistema limbico (el sistema limbico hace que cuando probamos algo y nos gusta, por ejemplo el chocolate, sentimos placer y queremos repetirlo. Otro ejemplo sería el sexo). El amor es una mentira para que nuestra especie sobreviva. Es un cuento para poder llamar de alguna manera los encuentros entre dos personas y lo que eso produzca. No os engañéis. Cuando creéis que amáis, no lo hacéis. Queréis creer que sí y tener una vida romántica y de película. Pero lo único que os espera serán hijos, hipotecas, trabajo, llantos de bebé por la noche, escasez de sexo, depresión, kilos de más. Vamos, todo lo contrario de lo que soñais ahora.

A lo mejor todo esto que digo, lo he dicho porque me han roto el corazón demasiadas veces y quiero dejar de vivir en un cuento de hadas. O simplemente, porque a mí no me ha tocado ser la princesa de ningún cuento.

sábado, 19 de abril de 2014

"El peor tipo de llorar"

El peor tipo de llorar es el que se llora en silencio.
El que se llora cuando todos duermen.
El que sientes en la garganta.
El que hace que se te emborrone la vista por las lágrimas que no caen.
El cual lo único que hace es que desees gritar.
El que te hace sollozar.
Ese en la que tienes que contener la respiración y apretar tu estómago para guardar silencio.
Ese en la que no puedes respirar más y sientes una presión en el pecho.
El que te hace temblar.
El que hace que te des cuenta de que la persona que más te importaba, se ha ido.
El que hace que te des cuenta de que estás sola, por ti misma.

jueves, 17 de abril de 2014

"Por favor, ya no más"

¿Vuestro cuerpo no os ha dicho nunca "Por favor, ya no más"? Porque a mi sí, y a veces no sólo me lo decía; me lo gritaba y suplicaba. Ha habido momentos en los que he sentido tanto dolor que mi cuerpo no podía soportarlo. He llegado a llorar tanto que mi cuerpo ya no podía ir a mi ritmo, me quedaba sin lágrimas. He llegado a quedarme horas sin hablar del dolor por ese grito de impotencia que me tuve que aguantar. He llegado a notar mi cuerpo ausente del frío que he llegado a sentir por esta maldita soledad. He llegado a sentir tanto dolor de pecho por tener el corazón roto, que pensé que era mi fin.
Ya ni recuerdo las infinitas veces que me he encerrado en mi cuarto, metiéndome en mi cama llena de momentos que no se van a repetir, aguantando esos sollozos que me invadían poco a poco, secando cada lágrima que salía de mis doloridos y secos ojos. Y la mayoría de veces por pensar demasiado, por hundirme yo sola en los recuerdos equivocados. Esos recuerdos que poco a poco se van abriendo paso en la mente para recordarte que siguen ahí, para joder siempre que tengan la ocasión. Esos recuerdos que se van entrelazando a otros para que te sientas peor aún, como si con los primeros no se tuviera suficiente. Putos recuerdos, son tan traicioneros. Cuando los vives te sientes tan feliz, pero tan ignorante que eres, no sabes que nunca más volverán a ocurrir. Nunca más sentirás por otra persona lo mismo que llegaste a sentir por ese individuo. Nunca más notarás sus caricias, sus besos ni sus delicados mordiscos entre beso y beso. Jamás verás su sonrisa, y si la ves, sabrás que tú ya no serás la causa de ella. Los recuerdos están ahí para que nunca olvides lo que no volverás a tener o sentir. Y aún así no puedes evitar dejar escapar una pequeña y estúpida sonrisa, porque al fin y al cabo, son recuerdos felices.
Pero después de esa diminuta sonrisa tonta, te da el golpe definitivo y rompes en lágrimas que van a hacer de tu vista borrosa. Tu cuerpo pide un poco de liberación e intenta convencerte de que grites, pero no lo haces porque no quieres que nadie sepa que eres débil, porque es más fácil ocultar las penas que contarlas. Poco a poco no puedes parar de gimotear y sentir como te cuesta mantener el ritmo al respirar. Y ya es cuando tu cuerpo no puede más, y tú tampoco, y ya impotente, gritas.

Ella decía que no le importaba...

Perdón.

"Perdón".
Una palabra tan corta y a veces tan difícil de decir. Es por eso mismo, por esa dificultad, que la mayoría de las veces no lo decimos cuando debemos. Y por ello he decidido pedir perdón yo misma por algunas cosas:

Perdón por esas veces que no me he disculpado. Perdón por esas veces que he obligado a alguien a quien le importo a hacer algo que no quiere. Perdón por ser tan ignorante. Perdón por ser tan repelente. Perdón por ser tan orgullosa. Perdón por ser a veces tan egoísta.  Pero sobre todo, perdón por no saber cuando pararme los pies.

Alma Gemela

"Si en una pareja no se discute, es porque no hay amor."

Jamás llegué a pensar que podría llegar a ver tanta mentira en una sola frase. Si es la persona ideal, esa alma gemela, la persona correcta, no tendría que haber motivos para discutir. Puede que ocurra alguna peleilla tonta, pero no una discusión.
Esa frase es una excusa que usa la gran mayoría de personas para creer que sus discusiones en pareja son normales, algo que entra en el día a día. Una excusa para creer que ese "amor" que sienten es verdadero. Y quizás sea verdadero, pero no es sano.
A veces deberíamos pararnos a pensar y decirnos a nosotros mismos: "Quiero a esta persona con la que estoy, pero ¿pero vale la pena discutir tanto? ¿Vale la pena sufrir tanto para que él (o ella) sea feliz?" Puede que suene egoísta; es verdad que para llegar a la felicidad antes hay que sufrir y que a veces hay que sacrificarse para ver feliz a esa persona que tanto nos importa, pero todo tiene un límite.
Pointy Hand