"Lo ideal sería tener el corazón en el cráneo y el cerebro en el pecho. Así, pensaríamos con amor y amaríamos con inteligencia."
-Anónimo

jueves, 17 de abril de 2014

"Por favor, ya no más"

¿Vuestro cuerpo no os ha dicho nunca "Por favor, ya no más"? Porque a mi sí, y a veces no sólo me lo decía; me lo gritaba y suplicaba. Ha habido momentos en los que he sentido tanto dolor que mi cuerpo no podía soportarlo. He llegado a llorar tanto que mi cuerpo ya no podía ir a mi ritmo, me quedaba sin lágrimas. He llegado a quedarme horas sin hablar del dolor por ese grito de impotencia que me tuve que aguantar. He llegado a notar mi cuerpo ausente del frío que he llegado a sentir por esta maldita soledad. He llegado a sentir tanto dolor de pecho por tener el corazón roto, que pensé que era mi fin.
Ya ni recuerdo las infinitas veces que me he encerrado en mi cuarto, metiéndome en mi cama llena de momentos que no se van a repetir, aguantando esos sollozos que me invadían poco a poco, secando cada lágrima que salía de mis doloridos y secos ojos. Y la mayoría de veces por pensar demasiado, por hundirme yo sola en los recuerdos equivocados. Esos recuerdos que poco a poco se van abriendo paso en la mente para recordarte que siguen ahí, para joder siempre que tengan la ocasión. Esos recuerdos que se van entrelazando a otros para que te sientas peor aún, como si con los primeros no se tuviera suficiente. Putos recuerdos, son tan traicioneros. Cuando los vives te sientes tan feliz, pero tan ignorante que eres, no sabes que nunca más volverán a ocurrir. Nunca más sentirás por otra persona lo mismo que llegaste a sentir por ese individuo. Nunca más notarás sus caricias, sus besos ni sus delicados mordiscos entre beso y beso. Jamás verás su sonrisa, y si la ves, sabrás que tú ya no serás la causa de ella. Los recuerdos están ahí para que nunca olvides lo que no volverás a tener o sentir. Y aún así no puedes evitar dejar escapar una pequeña y estúpida sonrisa, porque al fin y al cabo, son recuerdos felices.
Pero después de esa diminuta sonrisa tonta, te da el golpe definitivo y rompes en lágrimas que van a hacer de tu vista borrosa. Tu cuerpo pide un poco de liberación e intenta convencerte de que grites, pero no lo haces porque no quieres que nadie sepa que eres débil, porque es más fácil ocultar las penas que contarlas. Poco a poco no puedes parar de gimotear y sentir como te cuesta mantener el ritmo al respirar. Y ya es cuando tu cuerpo no puede más, y tú tampoco, y ya impotente, gritas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pointy Hand