"Lo ideal sería tener el corazón en el cráneo y el cerebro en el pecho. Así, pensaríamos con amor y amaríamos con inteligencia."
-Anónimo

lunes, 5 de mayo de 2014

Me mata... O peor, me enamora.

Su mirada, su sonrisa, sus manos, sus caricias, sus besos, sus suspiros, su pelo, su voz, sus abrazos, todo. Él. Me mata. Me enamora.

Todo lo que tiene que ver con él son flechas, y mi corazón es la diana.

Me encanta, pero a la vez le odio. Le odio como nunca he podido odiar a alguien. Pero también lo amo como nunca he podido amar jamás. Él saca lo peor y lo mejor de mí. Saca mis mejores sonrisas, pero también saca mis más grandes lágrimas. El amor duele. Es verdad, digan lo que digan, duele.

Después de quedar ese Domingo en el que hablamos, llevamos días en lo que no podemos soltarnos, estamos abrazados casi todo el tiempo, nos miramos a los ojos casi continuamente, sus labios rozan los míos siempre que sea posible. Pero él ama a escondidas. Sus amigos saben que nos hablamos, pero no saben lo que hacemos. De su familia sólo su madre lo sabe porque prefirió contárselo antes de que ella misma se diera cuenta.
En este puente no lo he visto ni un solo día, y el día anterior al puente tampoco. Dijo que necesitaba tiempo para pensar... Como siempre. Siempre hace lo mismo. Dice que necesita pensar y luego vuelve como si nada. Hoy lo he vuelto a ver y ha sido increíble. No penséis mal. Hemos estado tumbados en la cama casi cinco horas abrazados, hablando, mirándonos mutuamente, acariciándonos, besándonos. Intenté no decirle esas dos palabras que tanta importancia tienen, ya que no somos nada. No estamos saliendo. Tampoco tenemos una relación sin compromiso como antes. Ni él es mío, ni yo soy suya. Pero después de cuatro horas y media así, no pude contenerme. Me ardían los labios y la garganta de evitar decirlo.

-¿Te puedo contar un secreto? Te quiero.- le dije.

A la vez de sentir como se me quitaba un gran peso de encima, noté como me empezaba a pesar otro enseguida.

-Y yo a ti.- me respondió seguido de un beso.

Estuvimos un rato en silencio sintiendo las caricias mutuas y el calor de nuestros cuerpos. El cual se interrumpió cuando me dijo que en media hora se tenía que ir. El silencio siguió unos minutos más hasta que le pregunté qué pensó en esos cinco días que no nos vimos, ya que esas horas anteriores estuvimos hablando de todo menos eso. Me contó que estuvo pensando en lo que no tenía que pensar. Que sentía que quería estar conmigo pero que a la vez sabía que no debía. Que me quiere pero tiene dudas. Se me escapó una lágrima. Pero me sequé dicha lágrima antes de que se diera cuenta e hice como si no pasara nada. Hablamos tan normal del tema. Por fuera se esbozaba una sonrisa en mi cara y por dentro podía sentir cómo mi corazón se iba rompiendo en microscópicos pedazos poco a poco. Por cada palabra, un trozo pequeño, y por cada beso uno un poco más grande. Me duele estar a su lado y me duelen sus besos, pero a la vez me hacen sentir bien. No lo entiendo. ¿Por qué? ¿Por qué me siento tan bien con el dolor que me produce y a la vez me siento tan mal por la felicidad que siento? Pero no puedo evitar querer más. No puedo evitar querer más besos suyos aunque eso signifique que tenga que resolver un puzzle con los trozos de mi corazón que paulatinamente se va haciendo más y más difícil de resolver.

Los dos tenemos miedo por lo mismo. Tenemos miedo a que si lo intentamos, acabe mal. Miedo a que si no lo intentamos, gradualmente nos vayamos distanciando hasta que nos dejemos de hablar. O miedo a que si no lo intentamos, seguir siendo amigos y vernos a menudo, pero reprimiendo lo que sentimos por miedo a cagarla. Pero yo tengo más miedos que él. A la vez de tenerle miedo a esas cosas, me aterrorizo sólo con pensar en que si al final nos quedamos como amigos y nada más, que se olvide de lo que sintió una vez por mí, tener que verle con otra y aconsejarle para que le vaya bien con la que esté. Me aterra revisar todas las posibilidades que tenemos y que sólo una sea con final feliz.

Puede que si no llegamos a ser nada, lo más probable sea que nos distanciemos y no nos hablemos en años. Me olvidaré de él y de mis sentimientos. Pero algún día, puede que ya casada y hasta con hijos, lo veré, me lo encontraré por la calle o lo veré de lejos, y todos esos recuerdos y sentimientos resucitarán.

Pase lo que pase, lo único que puedo hacer es fingir que nada me pasa, aguantarme las lágrimas que quieran escaparse de mis ojos cuando esté con él y dejarlas libres cuando me quede sola. Sonreír ocultando mi dolor. Y ya el tiempo decidirá si debemos estar juntos, o si nunca estuvimos destinados el uno para el otro. Sea lo que sea, sé que siempre le querré, aunque ni yo misma lo sepa y necesite verle para recordarlo todo.

Porque lo dicho, me enamora.

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